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Historia de las Geishas
Si en la tradición japonesa los samuráis representan la ética guerrera por excelencia, las "geishas" encarnan el ideal estético femenino tradicional. Tanto ellos como ellas estaban sujetos desde muy temprana edad a una férrea disciplina mental y corporal, derivada en gran parte de la filosofía budista zen. durante siglos, han sido los iconos más universales de la cultura nipona. En Occidente, la palabra geisha suele asociarse con una mujer sumisa de refinada sensualidad, experta en materia sexual. No obstante, las profesionales del sexo en Japón han sido desde hace siglos las llamadas yujo, mientras que las geishas, aunque pueden mantener relaciones sexuales con sus clientes, sobre todo si se convierten en sus mecenas, tienen como función entretener con su presencia y habilidades a los hombres ricos que asisten a los salones de té. El maquillaje blanco, las peinetas y horquillas del peinado y el kimono de seda le confieren una estampa de muñeca escultórica que junto con el dominio del arte de la danza, de la música tradicional y de la conversación culta está asociada a cierto ideal aristocrático difícil de encajar en el mundo democrático actual, como no sea a título de reliquia cultural elitista. En un principio, el término se aplicaba a varones y mujeres que hacían de bufones en las fiestas entre hombres y prostitutas. Comediantes y músicos divertían a la concurrencia y pronto se ganaron el nombre de geishas (que vendría a significar artistas). Con el tiempo, pasaron a integrar un cuerpo autónomo únicamente femenino, diferenciado de las yujo. De las antiguas bailarinas feudales (odoriko) surgieron las geishas machi ("de ciudad") a finales del siglo XVIII Las medidas legales promovidas por el gobierno Meiji mejoraron la condición de las geishas en las últimas décadas del siglo XIX. A la ley de emancipación por la que dejaron de trabajar en régimen de esclavitud, como hacían las prostitutas, se sumó la de estandarización de honorarios: no solo se cobraría el mismo precio a todos los clientes sino que todas las geishas recibirían el mismo salario sin que la belleza, la experiencia o la popularidad influyeran. El modelo sigue vigente. Ello contribuyó a que las geishas adquiriesen un prestigio que acentuó su exclusivismo, pues pasaron a ser un entretenimiento destinado a las clases dirigentes y a la gente más rica. Tras la segunda guerra mundial, las geishas pasaron a ser una atracción turística, sobre todo para los yanquis que ocuparon el país. Pero, a medida que la economía japonesa fue estabilizándose, las geishas, sobre todo en Kioto y también en la capital, Tokio, recuperaron su esplendor y se convirtieron en uno de los iconos de la prosperidad del país. Los empresarios japoneses solían celebrar sus reuniones con personalidades extranjeras en las casas de té de Gion, en Kioto. También los gobernantes nipones acostumbraban a invitar a las geishas más famosas a las recepciones y los encuentros con altos cargos políticos y miembros de las casas reales. En Kioto, a las geishas se las llama geiko. Entre todos los distritos del ocio (kariukai) de la ciudad, el de Gion es el que cuenta con las geiko más refinadas, las más disciplinadas y las que suelen recibir a los extranjeros más ilustres que visitan Japón. En Gion, las geiko suelen empezar la educación primaria y las clases de baile a los 6 años. La escuela de danza del distrito está dirigida por una maestra (iemoto), que no es solo una autoridad en el baile sino también el árbitro del buen gusto dentro de la comunidad. En japonés hay dos términos que significan baile. Uno es mai y el otro, odori. El mai proviene de las danzas sagradas que las doncellas de los santuarios interpretaban desde la antigüedad como ofrenda a los dioses; solo lo bailan personas especialmente formadas para hacerlo. El odori, en cambio, es la danza que celebra los avatares de la vida humana, que conmemora las alegrías y solemniza las tristezas. Es el tipo de danza que suele verse en los festivales japoneses y puede interpretarlo cualquiera. Antes de los 18 años, las maiko pasan por la ceremonia del mizuage, que las convertirá en geiko. Los cambios de peinado, básicamente el corte del moño, simbolizan el acceso a la edad adulta. No obstante, las prestaciones de las geiko siguen un patrón de continuidad con respecto a la iniciación de las maiko, pues se trata de asistir todas las noches a los salones de té (ochaya) y entretener a los clientes que hayan requerido su presencia.
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